Hace ya unos meses, me encontraba en el restaurante, acomodando a los clientes. Se intenta, aun que, no siempre se consiga, que las parejas se coloquen en una parte de la sala. Para privatizar un poco su conversación, y, si el agobio no lo requiere, se van intercalando los mesas de manera que no tengas a otra pareja de espalda, pegada a la tuya. Por otro lado los matrimonios con críos, miras de colocarlos en otra parte de la sala. Los niños son muy majos pero… que cada uno cuide de los suyos, y en esas edades los lloriqueos y correrías se asimilan mejor, si los padecen “vecinos” acostumbrados en sus carnes, día a día. Eres más tolerante.
Gracias a dios, ese día el agobio no dejo tantas contemplaciones, y llegado el momento me vi obligado a colocar detrás de una pareja que rondaba los cincuenta, a un matrimonio con dos niños. No tenía otra opción, y lo pagué caro.
Los niños en cuestión tenían unos 8 años y el otro unos 5. El de 5, llevaba un pequeño osito de peluche que no paraba de ventear, mientras se paseaba por el pasillo del servicio. Los padres, como si el niño no fuera suyo, se limitaban muy de vez en cuando, a darle una miradita desentendida y picar con la palma de la mano sobre el asiento de la silla, a lo que el niño ni se inmutaba. Su fijación estaba en lanzar al osito hacia arriba y volverlo a coger mientras paseaba por el susodicho pasillo. El local se encontraba en aquel momento en su punto álgido, las mesas todas llenas, y sin quererlo, el niño se había convertido en el espectáculo de la velada. Los comensales estaban intentando averiguar cuál sería el momento, en que un camarero, en su correría necesaria, no podría esquivar al vástago y se lo llevaría por delante. Platos incluidos.
Hasta 5 veces llamé la atención de los despreocupados padres diciendo, para no ofenderles ,porque hoy en día nadie quiere que le llamen la atención, que atendiera al niño, pues sin querer, los camareros le podrían dar un golpe. Cuando lo que realmente quería decirle es: trozo de imbécil apalancado en tu silla, sin levantar la cabeza del plato. Vigila a tu retoño que está molestando por partes iguales, al que está sirviendo, como al que está comiendo. Que no te enteras. Pero ellos hicieron caso omiso a mis palabras, hasta que pasó lo inevitable.
Una de las bajadas descontroladas del osito, no acabó en las manos de su propulsor. Acabó sobre la cabeza- oído, de la señora cincuentona. La mujer harta ya de tanto meneo, reventó en ira y lanzó el osito al suelo de mala gana. El padre se levanto como movido por un resorte y dijo que disculpara, que solo era un niño. Pero no paró aquí.
- Usted que se ha pensado, que solo es un niño, y a mi hijo no lo toca usted y nadie- alzando la voz.
- Usted lo que tiene que hacer- respondió la mujer con calma- es tener a su hijo en la mesa y que no moleste a los demás.
- Molestar- agarrando una botella de vino a modo de maza- a mi hijo ni lo toque que…
El marido cincuentón, ya se levantaba, para acudir a la ofensa de su señora. En aquel preciso instante, en el que el comedor enmudeció, intervine de inmediato.
- Haga el favor de soltar eso y sentarse-aconseje interponiéndome a la botella y al mastodonte, impertérrito- creo que ya es suficiente.
Me acerqué a la pareja de mayor y les invité a seguirme a otra sala a tomar los postres, a fin de enfriar el enfrentamiento, a lo que ellos no se opusieron y me acompañaron a una sala donde estaban solos.
Seguidamente hice la nota de él mastodonte y familia, invitándoles a que me la pagarán y abandonaran el local. A lo que también accedió con aire de ofendido y soltando sapos verbales, sobre la manera en que había sido tratado por mí parte. Una vez tranquilizado el ambiente volví con los señores para ofrecerles un postre y pedirles disculpas por lo sucedido. A lo que ellos me soltaron que, en su pueblo, se sacaba del local al que creaba la bronca no al que la recibía, también estaban ofendidos con mí forma de actuar.
Me planteé diferentes temas a partir de esta experiencia:
Todos hemos sido niños, pero no todos somos ni sabremos nunca ser padres.
Cuando se pelean dos, siempre sale perjudicado el tercero. Perdí dos clientes ese día. A la familia mastodonte, a la que cobre y eché, y no me arrepiento de ello.
Y a una pareja de cincuentones afables, a los que protegí de un botellazo, aparté de un conflicto, pedí disculpas y no cobré.
Como dicen en mi pueblo: Cornudo y apaleao – Daté por jodido….
Gracias a dios, ese día el agobio no dejo tantas contemplaciones, y llegado el momento me vi obligado a colocar detrás de una pareja que rondaba los cincuenta, a un matrimonio con dos niños. No tenía otra opción, y lo pagué caro.
Los niños en cuestión tenían unos 8 años y el otro unos 5. El de 5, llevaba un pequeño osito de peluche que no paraba de ventear, mientras se paseaba por el pasillo del servicio. Los padres, como si el niño no fuera suyo, se limitaban muy de vez en cuando, a darle una miradita desentendida y picar con la palma de la mano sobre el asiento de la silla, a lo que el niño ni se inmutaba. Su fijación estaba en lanzar al osito hacia arriba y volverlo a coger mientras paseaba por el susodicho pasillo. El local se encontraba en aquel momento en su punto álgido, las mesas todas llenas, y sin quererlo, el niño se había convertido en el espectáculo de la velada. Los comensales estaban intentando averiguar cuál sería el momento, en que un camarero, en su correría necesaria, no podría esquivar al vástago y se lo llevaría por delante. Platos incluidos.
Hasta 5 veces llamé la atención de los despreocupados padres diciendo, para no ofenderles ,porque hoy en día nadie quiere que le llamen la atención, que atendiera al niño, pues sin querer, los camareros le podrían dar un golpe. Cuando lo que realmente quería decirle es: trozo de imbécil apalancado en tu silla, sin levantar la cabeza del plato. Vigila a tu retoño que está molestando por partes iguales, al que está sirviendo, como al que está comiendo. Que no te enteras. Pero ellos hicieron caso omiso a mis palabras, hasta que pasó lo inevitable.
Una de las bajadas descontroladas del osito, no acabó en las manos de su propulsor. Acabó sobre la cabeza- oído, de la señora cincuentona. La mujer harta ya de tanto meneo, reventó en ira y lanzó el osito al suelo de mala gana. El padre se levanto como movido por un resorte y dijo que disculpara, que solo era un niño. Pero no paró aquí.
- Usted que se ha pensado, que solo es un niño, y a mi hijo no lo toca usted y nadie- alzando la voz.
- Usted lo que tiene que hacer- respondió la mujer con calma- es tener a su hijo en la mesa y que no moleste a los demás.
- Molestar- agarrando una botella de vino a modo de maza- a mi hijo ni lo toque que…
El marido cincuentón, ya se levantaba, para acudir a la ofensa de su señora. En aquel preciso instante, en el que el comedor enmudeció, intervine de inmediato.
- Haga el favor de soltar eso y sentarse-aconseje interponiéndome a la botella y al mastodonte, impertérrito- creo que ya es suficiente.
Me acerqué a la pareja de mayor y les invité a seguirme a otra sala a tomar los postres, a fin de enfriar el enfrentamiento, a lo que ellos no se opusieron y me acompañaron a una sala donde estaban solos.
Seguidamente hice la nota de él mastodonte y familia, invitándoles a que me la pagarán y abandonaran el local. A lo que también accedió con aire de ofendido y soltando sapos verbales, sobre la manera en que había sido tratado por mí parte. Una vez tranquilizado el ambiente volví con los señores para ofrecerles un postre y pedirles disculpas por lo sucedido. A lo que ellos me soltaron que, en su pueblo, se sacaba del local al que creaba la bronca no al que la recibía, también estaban ofendidos con mí forma de actuar.
Me planteé diferentes temas a partir de esta experiencia:
Todos hemos sido niños, pero no todos somos ni sabremos nunca ser padres.
Cuando se pelean dos, siempre sale perjudicado el tercero. Perdí dos clientes ese día. A la familia mastodonte, a la que cobre y eché, y no me arrepiento de ello.
Y a una pareja de cincuentones afables, a los que protegí de un botellazo, aparté de un conflicto, pedí disculpas y no cobré.
Como dicen en mi pueblo: Cornudo y apaleao – Daté por jodido….